
Con todos los errores del 2018 hice una colcha con la que me tapaba por las noches. Al llegar el 2019 me puse la colcha por montera y fui directa a los toriles.
La curiosidad por ver lo que saldrá por la puerta me mantiene de puntillas. La anticipación de escuchar el disparo de salida me mantiene paralizada.
Me estoy preparando para correr una maratón a lo largo de la cual tendré que poner muchas banderillas. Si alguien intenta embestir: banderilla. Si alguien intenta hacerme tropezar: salto. Si alguien intenta agotarme: resistencia. Si alguien intenta volverme loca: aguante. Si alguien es sencillamente él o ella misma: adelante.
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La colcha decía:
“Escondo palitos debajo de la cama y los enredo con hilos, que enhebro a agujas, que cuelgan de las paredes, que se mueven cuando tú pasas por delante con más vocabulario. Mi vocabulario, dices, no llega al movimiento sísmico, solo al vibrar de la lavadora cuando se supone que está enjuagándose de jabón, como el escupitajo de por la noche cuando tengo la boca llena de rabia.
Me pinto la cara con harina, de blanco, de muerto que se llena los pulmones de sabor eucalipto para aprender a decir “persianas” en otro idioma, para destilar las gotas del radiador y escribir ensayos con ellas.
Los cristales de las ventanas son de vidrio antiguo, distorsionan lo que hay al otro lado y me hacen creer que los pájaros vuelan lento.
Por qué se decide en un instante quitar el tapón de la bañera. Por qué no se conserva el agua con sus impurezas. Por qué los carteros no corren. Por qué se desgastan las sandalias y las llantas de las bicicletas. Por qué se roba. Por qué se miente. Por qué un día se dejan de envolver los regalos. Por qué no me entra el diccionario en la maleta. Por qué se cierran los ojos cuando se apuñala o se besa.”
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Es 2019. Inspiración será a partir de ahora todo lo que toque.
Copyright Gema Alava